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MÚSICA

De la inocencia a la lógica: lo que nos enseña The Logical Song


Hay canciones que parecen escritas para atravesar el tiempo y seguir hablándonos al oído, aunque hayan pasado décadas. The Logical Song, de Supertramp, es una de ellas. En apenas unos versos nos lanza una verdad incómoda: cuando somos niños soñamos, imaginamos y sentimos el mundo con asombro… pero al crecer, la sociedad nos enseña a ser “lógicos”, “responsables”, “correctos”.


Y en ese camino, muchas veces dejamos atrás la chispa que nos hacía únicos.


Cuando éramos jóvenes y todo era posible





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En la juventud, los sueños son como alas invisibles. Creemos que podemos ser cualquier cosa: astronautas, artistas, exploradores, inventores. No hay límites, porque todavía no nos han contado que “eso no se puede” o “eso no da dinero”. Vivimos en un mundo de posibilidades infinitas, donde la curiosidad manda más que la lógica.


Ese espíritu inocente no es ingenuidad: es pura fuerza vital. Es lo que nos impulsa a explorar, a descubrir quiénes somos y qué lugar queremos ocupar en el mundo.


El paso a la lógica


La canción recuerda ese momento en el que el sistema —la escuela, la sociedad, las normas— nos enseña a comportarnos, a cumplir, a encajar. Aprendemos a ser “responsables”, “prácticos” y “sensatos”.


Claro, necesitamos cierta lógica para vivir en comunidad, pero el precio que pagamos a veces es alto: dejamos de escuchar nuestra voz interior y nos desconectamos de nuestros sueños más auténticos. Nos volvemos, como dice la canción, “racionales y aceptables”.


El vacío de olvidar los sueños


¿Cuántas personas llegan a la adultez con la sensación de haber perdido algo? Un brillo en los ojos, una ilusión, una claridad que parecía natural. A veces ese vacío se transforma en frustración o incluso en adicciones emocionales: buscamos fuera lo que ya no encontramos dentro.


La paradoja es que cuanto más intentamos ser “lógicos”, más sentimos que nos falta algo esencial.


Recuperar la brújula de la juventud



Los sueños que teníamos de jóvenes no deberían enterrarse con el paso del tiempo. Al contrario: pueden convertirse en brújulas. Quizá no lleguemos a ser astronautas o pintores famosos, pero podemos rescatar la emoción de imaginar, crear y explorar.


La clave está en unir la lógica adulta con la chispa juvenil: vivir con propósito, sin apagar esa llama que nos hacía sentir vivos.



The Logical Song nos recuerda que crecer no debería ser sinónimo de olvidar quiénes éramos. Que la lógica no está reñida con los sueños, pero nunca debería ahogarlos.


Quizá la verdadera madurez consista en volver a mirar el mundo con los ojos del niño que fuimos y darle la oportunidad de construir su sueño, esta vez con la fuerza y la conciencia de un adulto.



Porque los sueños no son un lujo infantil: son la raíz de nuestra autenticidad.

 
 
 

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